domingo, abril 29, 2007

Bicycle, bicycle, I want to ride my bicycle!


Ahhh… Por fin llegó la primavera… Ithaca’s style, of course, con tormenta de nieve por un día y 30 cm. de nieve, pero después de un par de semanas de que no quería la cosa, al fin llegó… Sol, calor (bueno ya, calor si lo comparamos con los -20° de antes), cielo azul, pajaritos, ardillitas, venados, flores y todo tipo de invertebrados que ya empezaron a tratar de entrar a nuestra casa.

Con la primavera llegaron las ganas de salir a pasear al aire libre y por eso decidimos comprarnos un par de bicis. La misión no fue fácil: encontrar unas buenas, bonitas y baratelis. Finalmente, después de 3 idas al Walmart, 4 al Target, varios días mirando en Internet, y con un pocazo de suerte, terminamos comprando una usada a unos chilenos que se volvían a Chile y una nueva con como 40% de descuento en Target (otra tienda de la cual somos clientes frecuentes, ¡consumo, consumo!: en el país que fueres, haz lo que vieres).

Hoy domingo, y con el día primaveral, decidimos usar nuestras nuevas adquisiciones y salir a pasear en bici. Obviamente, y haciendo honor a nuestra torpeza habitual, no estuvimos exentos de percances en nuestra travesía. Partamos por el portabicicletas. Nosotros vivimos en un barrio que se llama “Cayuga Heights”, que como indica su nombre, queda como arriba de un cerrote. Así que tuvimos que echar las bicis arriba del auto (el problema no es la bajada al parque, sino que evitar el infarto al subir a la vuelta). Para hacerles el cuento corto, henos en el estacionamiento de nuestro departamento colocando el portabicicletas y las bicis por cerca de media hora, bien torpes les diré (les juro que yo creo que era más clever hace unos años, las cosas se me ocurrían más fácilmente).

Obviamente, una vez que las bicis ya estaban arriba, no podía seguir todo fácil. A unos 75 metros del estacionamiento empezamos a ver humo, y unos metros después nos encontramos con la sorpresa de un auto con el motor en llamas. Mientras el Dani daba media vuelta para evitar la potencial explosión (y el consecuente destrozo de nuestras nuevas bicicletas), yo, a lo más Rescate 911, llamé al susodicho número, aunque ahora que lo pienso habría sido mejor ir a la estación de bomberos que está 30 metros más atrás.

Llegando al parque bajamos las bicis y probamos que los asientos estuvieran bien de altura, y con nuestro súper bombín inflamos las ruedas que estaban un poco desinfladas. Sin éxito por supuesto, porque el bombín (adquirido en Walmart, tal como el portabicicletas) no inflaba ni por casualidad las ruedas. Henos nuevamente tratando de cargar las bicis al portabicicletas, con mejor resultado esta vez, para llevar las bicis a una bomba de bencina y echarles aire.

Superado el impasse y otra vez en el parque comenzamos la travesía (con un par de horas de retraso). Ansiosos por comenzar con nuestros nuevos juguetes, y con los correspondientes cascos requeridos por la ley de tránsito del estado de Nueva York, nos lanzamos a pedalear.

El paseo era súper bonito, el parque es bello, con arbolitos, patitos, y harta naturaleza. Como era primera vez que salíamos a andar en bici en Ithaca, el paseo se trató de conocer buenos caminos para andar en bicicleta y cómo evitar salir a la carretera y bordear el lago al mismo tiempo. El problema no fue el lugar por el que paseábamos, ni el calor de la primavera. Ni siquiera la incomodidad de los cascos obligatorios. El problema fue otro…



Yo no considero que tenga mal estado físico, tampoco bueno, pero esta mañana todo parecía indicar que los tres partidos de racquetball a la semana no estaban surtiendo el efecto deseado. Nunca he sido muy versada en el tema de los cambios en las bicis. No entiendo el concepto de “sube el cambio, baja el cambio”, ni su analogía con los autos. Esta vez ni siquiera ayudó que, a diferencia de las bicis anteriores en que he andado, esta tiene numeritos para indicar en qué cambio vas. Hoy la cosa parecía superarme.

No llevaba ni 30 metros andando, y ya sentía las piernas absolutamente cansadas. El Dani por supuesto achacaba mi incapacidad para andar a más de 5 km. por hora a mi ignorancia en cómo manejar los cambios, mientras yo pensaba en cómo era posible que no pudiera andar más rápido, y que a los dos minutos ya estuviera a punto de tirar la bici y echarme en el pasto. Así pasó el paseo, yo preguntándole al Dani “¿en qué cambio vas?” con la esperanza que de que al copiar la técnica del Dani se me aliviara un poco la cosa, pero no pasaba nada. Cada vez que cambiaba el cambio al que lo tenía el Dani pensaba “¿cómo puede ser que éste sea el cambio correcto…? Está tan pesada esta hue…”. Y lo cambiaba a uno que yo creía era el correcto (más “bajo”).

Cuando ya no había más camino que explorar, volvimos al auto a colocar las bicis rato, con el consiguiente rato tratando de conciliar los intereses: poner las bicis, que no se raye el auto ni las bicis, y que no se rompa el vidrio.

Una vez en la casa y con el cuerpo más repuesto, el Dani bajó las bicis, trajo la suya primero y la guardó, mientras yo sacaba el resto de los implementos del auto. Cuando llegó el turno de sacar mi bici, lo veo un poco raro, con esa cara que pone cuando: (a) se le ocurrió algo genial, (b) se dio cuenta de un error en su paper, o (c) pasa algo realmente raro.

Respuesta correcta: ¡(c)! mi bici tenía un freno mal ajustado, de tal manera que la pastilla rozaba la rueda, lo que frenaba la bici en cada pedaleo que yo hacía. ¡Todo se aclaraba! ¡No tengo tan mal estado físico! Aunque no sé que me hace ver peor, un estado físico paupérrimo, o la estupidez de no darme cuenta que la bici se frenaba sola, se los dejo a ustedes. Nosotros, por nuestra parte, todavía nos estamos riendo…