El Carnaval de la Risa
Armar una casa de la nada no es nada fácil. Así que admiro ha quienes lo hayan hecho y compadezco a los que lo van a hacer. A las dos de la mañana y después de siete horas en Ikea, casi dos horas cargando el auto y una hora bajando las cosas en Ithaca, llegamos al hogar, desordenado hogar. La ducha fue necesaria, así que a las dos de la mañana nos duchamos con agua fría. No se preocupen, que acá hace calorcito, 35 grados húmedos, así que a esa hora de la noche y con unos 25 grados húmedos, la ducha fue bien recibida.Al día siguiente comenzó nuevamente la tortura. Para los que me conocen saben que me carga ordenar. Mi madre puede dar testimonio de eso después de vivir 24 años conmigo. Así que los días que pasaron a continuación no fueron tan agradables. El Dani tenía mucho ánimo para ordenar, yo creo que porque le daba urticaria mirar el desastre mayúsculo que teníamos, pero yo no tenía ningún ánimo. Así que comenzó el desafío de armar la casa entre los dos.

Para hacerles el cuento corto, después de un par de días de orden, cansancio, suciedad y mal humor (mío), lo logramos, dejamos la casita más o menos ordenada. Faltaban algunas cosas por comprar, pero por lo menos estaba decente y habitable. Lo único que nos faltaba era un silloncito, ojala futón (para las visitas), y que nos cupiera en el espacio.
Una cosa que admiro de los gringos es esa necesidad de hacer networking. Tienen la necesidad de conocer gente y relacionarse. En el fondo ellos lo llaman networking, pero es un americanismo para apitutarse. Sí, hacerse pitutos, con los profesores, los compañeros, los amigos, parientes, gente con los mismos intereses, necesidades, etc. En una de estas redes encontramos nuestro silloncito o sillonzote (después de subirlo por las escaleras y meterlo en la casa).

Lo difícil fue meter el futón a nuestra casa. La entrada es realmente estrecha y dos personas no parecen ser suficientes para cargar un marco de un futón queen (para que las visitas estén cómodas mijito). Después de un buen rato intentándolo, de usar nuevamente toda nuestra capacidad espacial para pensar cómo meterlo, de hacerme más moretones que en toda mi vida y varias carcajadas, lo logramos, metimos el sofá a la casa, o por lo menos el marco de madera. Lo que pensábamos que iba a ser fácil, el colchón, fue más difícil. Intentamos no arrastrarlo por el suelo, pero el que quizás fue nuestro mayor o más ridículo ataque de risa en los años que llevamos juntos lo impidió y terminé acostada en el colchón a la entrada de la casa con el Dani a punto de ahorcarme.
La casa quedó armada, para recibir visitas y todo. Y nosotros quedamos cansados sobre todo de tanto reírnos. Ahí comenzó la vagancia (del cual nació este blog), pero por lo menos tenemos la casa armada. Si es que de algo sirve…
2 comentarios:
Hola Ga, me parecen muy entretenidas tus historias, sigue asi y después puedes editar un libro,
Hola Dani y Gaby!
Me alegro que la casa ya esté lista para recibir invitados... Alguna vez nos tendremos que dejar caer.
Sigue escribiendo Gaby!
un abrazo
Robert
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